Los Trotamundos

1982

Un día Micky me dijo que en la antígua sala Zeleste tocaba un grupo de rockabilly, que por qué no íbamos. Fué poco después de el cambio y me entusiasmó la idea. Sería mi primer encuentro con roqueros fuera de mi casa y ya como adolescente de 15 años y no como una niña de 12. Hacía años que el grupo de mi hermano había dejado de ensayar en mi casa cuando aún era una pre-adolescente y ahora era una adolescente en toda regla y hasta incluso me habían salido tetas delanteras.

No tenía muy claro sobre cómo debía vestirme para la ocasión y aconsejada por Micky me puse un vestido años 50’s que mi madre aún conservaba en algún baúl, unas manoletinas en los pies, unos pendientes de botón y el pelo recogido en una cola de caballo bien alta. Una pinta de Teddygirl que tumbaba de espaldas, pero eso yo aún no lo sabía.

Observamos el concierto desde una mesa a media distancia del escenario en un lateral. Era un buen lugar para poder atisbar todo el cotarro sin llamar la atención. Ver tanto tupé junto me emocionaba pero lo que especialmente me ponía era el asunto las patillas. El grupo que tocaba era un trío al estilo Stray Cats (me encantaban) y se llamaban Los Trotamundos. El bajista lucía unas patillas impresionantes con un tupé enorme y me pareció increíblemente apuesto.

Como éramos bien tontas nos pasamos los siguientes meses hablando entre nosotras de ellos. Como no sabíamos sus nombres les apodamos; al patillas le llamábamos Pepe, al batería Pancracio y al cantante como nos pareció tan poco interesante ni siquiera le pusimos nombre.

Un día nos los encontramos en el cine Spring 3 filas por detrás de donde estábamos nosotras. Lo descubrimos en el intermedio entre películas en ese descanso que hacen y que encendían las luces. Era uno de esos especiales que hacían en verano en donde en una misma tarde emitían Quadrophenia, Good Save the Queen y otra peli que era un concierto de RocknRoll cuyo nombre no recuerdo exactamente. Casi nos da un infarto de la emoción. Ah, las hormonas a esa edad actuan como cuando agitas una botella de coca-cola. Qué emoción. Habíamos visto a Pepe, a Pancracio y al otro. Obviamente nosotras para ellos pasamos inadvertidas.

A lo largo de ese verano nos los fuimos encontrando casualmente por distintos lugares. Increible pero nos los encontrábamos hasta en la sopa y siempre era muy emocionante pero nunca se enteraban de nuestra existencia.
Pasado el verano se volvía a anunciar su actuación de nuevo en Zeleste. Volvimos a ir pero en esta ocasión ya había yo aprendido a vestirme menos Teddy y más roquera. Llegamos temprano y apenas había nadie. Esta vez nos sentamos en una mesa pegada al escenario en la zona central. Nos pusimos ahí con aire de interesantes adoptando pose (si no llevas pose nadie se fija en uno) y en un momento dado ví a Pepe sentado a mi lado. Antes de que entrara el pánico reaccioné y le pregunté algo. No sé qué. Algo. Y él me respondió ¿ÉH? (la música estaba muy alta). No sé de qué hablamos, tal vez es que no lo recuerdo o tal vez es que simplemente con la música no lograba entender nada de lo que me decía; la cuestión era que hablé con él!. Claro que eso implicó el descubrir que no se parecía en nada a la idealización que había hecho de él durante los meses previos. A medida que charlaba con él, mi interés hormonal descendía en picado. Ese día dejó de existir Pepe para dar paso a Tony; Pancracio pasó a llamarse Carlos y el cantante y guitarrista resultó que se llamaba Iván. Una magia que se fué (la imaginación idealista adolescente) y otra nueva real que llegó. Me invitaron a sus ensayos y un año después terminé siendo la batería del grupo … pero esa ya es otra historia :-P

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