Regalos devueltos

Estaba leyendo en El Periódico que estamos en los días de los regalos devueltos. Tiendas organizan dispositivos especiales para las devoluciones de Reyes; mencionan además que un tercio de los españoles ha pensado en vender sus regalos navideños.

Es que no me extraña. La buena intención no logra que un regalo sea acertado.

He pasado en ocasiones unos apurones al abrir un regalo tratando de poner una cara creíble de alegría. Con los años me ha cansado el tener que hacer este paripé. Agradezco la intención pero de verdad prefiero que la gente se ahorre la pasta y no me hagan pasar el papelón, de manera que tengo instruída a la gente que me conoce para que el regalo que me hagan en una fecha señalada sea precisamente el no hacerme ninguno.

Yo tampoco hago regalos en fechas señaladas. Nunca se encuentra un regalo apropiado y asequible cuando se busca “algo que regalar”.
Creo que un regalo debería ser, en todo caso, algo espontáneo, fuera de fecha e inesperado. Un día ves algo, un fesloncio por ejemplo, y dices “anda, esto le gustará a Furulo” y si tiene un precio razonable y dispones de los euros pues ala, lo compras y se lo regalas; así, por que sí. Igual … tampoco es mala idea avisar a Furulo de que en tal sitio tienen un fesloncio a tal precio y si le interesa que se lo compre no vaya a ser que al final no le interese tanto y acabe tu regalo en un cajón durante los próximos diez años y salga de él para ir al contenedor de basura mientras se pregunta de dónde habrá salido ese fesloncio que había en el cajón y tú te gastaste aquellos euros al pedo.

El verano pasado tiré (al fin!) ese horrendo bolsó que me regaló mi por entonces cuñada una navidá de hace veinte años. Cuando ví el bolsito me quería pegar un tiro. Era de esos jipis con espejitos. ¡a mí, que era una roquera auténtica de las que conduce su chopper regalarme un bolso de espejitos!

… O como aquel espejo de aumento con luz incorporada que tuvo a bien regalarme mi señora madre por navidá cuando hace ya quince años que dejé de maquillarme (para qué perder el tiempo en lo que no tiene arreglo …)

Seamos serios. No se puede ir mirando escaparates pensando “¿esto le podría gustar?” El que regala pierde tiempo y dinero y el que recibe el regalo en el 99% de los casos no sabe qué hacer con él y le ocupa un espacio vital que le vendría muy bien para guardar calcetines en su piso de treinta metros cuadrados o lo que es peor, en su habitación de la casa de sus padres (porque aún no ha logrado si quiera adquirir su propio habitáculo).

Moraleja: Los regalos hay que hacérselos a uno mismo.

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