Verano de 1982
Un dÃÂa sucedió algo. Una tarde de solemne aburrimiento en la que estaba yo muy pero que muy al pedo se me ocurrió usar un decolorante para el cabello que llego hasta mis manos de una forma que no viene al caso. La cuestión es que tras quitármelo de la cabeza descubràque me habÃÂa quedado un deslumbrante color rubio rojizo en la melena. Desde ese dÃÂa, todo cambió. Sigue leyendo